Chile está herido. Pareciera que un tumor que hizo metástasis de manera silenciosa, hoy delata un destino fatal. El alma de nuestro país fue enfermándose de a poco. Exponiéndose a agentes patógenos que no se veían, al mensos desde la vereda de algunos de los afectados.
Creíamos que estábamos muy sanos. Los más sanos de nuestro grupo. Nos creíamos inmunes a los problemas que enfrentaban a nuestro alrededor vecinos y hermanos de nuestra familia latinoamericana.
“Un Oasis” en medio del caos, proclamaría nuestra cabeza, ignorando los dolores de su cuerpo. No porque quisiera, sino porque no se daba cuenta de lo grave de sus síntomas.
El 18 de Octubre tan sólo unos días después de esa orgullosa declaración, los síntomas se convirtieron en diagnóstico. Una enfermedad autoimmune estaba acabando con gran parte de nuestro sistema. Y si no la atacábamos con rapidez, nuestro cuerpo entero se vería amenazado.
Nuestra parte racional reaccionó rápidamente intentando contener los agentes patógenos, sin darse cue
nta que al contenerlos sólo contagiaban a las células buenas. El cuerpo empezó a sentir el dolor físico que provocó esa reacción y confundido, nuestro sistema inmune empezó a fallar más y más. Cada día que pasaba, la enfermedad se expandía más y más.
Algunas partes del cuerpo dejaron de funcionar. La vista se nubló y de los dos ojos, el único que tenía visión al 100%, la perdió por completo. Quedamos con un sólo ojo miope, sólo capaz de ver lo que está cerca, omitiendo por ignorancia aquello lejano a su realidad.
Pero nuestro lado racional se rehusaba a hacer caso a su propio dolor. No se daba cuenta que no había que atacar a los agentes patógenos, sino que buscar una forma de trabajar con ellos. Parecía no conocer aquel tratamiento capaz de transformarlos en algo positivo. Y se estaba haciendo tarde. Necesitábamos encontrar una forma de trabajar en conjunto. Se sabía que era posible. Que no estábamos desahuciados. Ya habíamos atacado remezones pasados que hablaban de la fuerza de nuestro espíritu. Ya nos habíamos unido en el pasado para sanar fracturas profundas. Gran parte del cuerpo se sabía capaz de salir de esta, pero no bastaba con una gran parte. El esfuerzo debía ser total.
Hoy estamos en ese punto de inflexión. La enfermedad es la crisis, la cabeza el presidente; la contención de los agentes patógenos, la fuerza pública y militar, el resto del cuerpo somos todos. Una parte cegada, otra que ve borroso, aunque los lentes los tiene en el velador. Chile está enfermo y sólo un esfuerzo colectivo que involucre a todas sus partes lo va a hacer salir invicto de esta enfermedad.
Quería escribir de mi experiencia con MI salud mental, desde mi ser bipolar en un momento en que la salud mental de quienes no tienen un desorden químico está en riesgo, pero lo que acabo de escribir dice mucho y creo que sería demasiado largo si toco ese tema aquí...
Queda pendiente para el próximo post. Por ahora, les recomiendo que usemos PAZ-oterapia, AMOR-terapia y EMPATerapia. Estoy convencida que eso nos va ayudar a sanar.
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