sábado, 9 de enero de 2021

¿Y si cada persona fuera un Universo?


Gratitud al Creador, a nuestra pequeñez y a la inmensidad del cielo.


Este finde pasado me fui roadtripeando con mi mamá, mi abuela y Marion, la “gemela” alemana de mi mamá al Valle del Elqui. 

Desde siempre he amado las estrellas y desde ese mismo siempre, cada vez que me encuentro bajo un cielo estrellado, intento darme un tiempo para echarme sólo a contemplarlo. 


(Empecé este texto en Octubre de 2018 y sólo escribí eso...continuó con la reflexión hoy, en enero de 2021, una vez, más bajo el cielo estrellado del Valle del Elqui)


Y así, situada bajo un manto de estrellas, no puedo evitar volver a notar y reforzar la conciencia de nuestra pequeñez. Lo insignificantes que podemos llegar a ser frente a la inmensidad infinita del Universo. Miro las estrellas y pienso en la distancia. En esas distancias de años luz, tan distantes, que hacen posible convivir en un mismo momento el pasado y el futuro. O el presente más bien. Y es que se supone que esas estrellas que vemos están tan lejos (no sé si todas) que si pudiéramos teletransportarnos hacia ellas, no las encontraríamos, puesto que por su lejanía, la imagen que vemos nos llega con delay.

O sea, si lo pensamos al revés, si pudiéramos teletransportarnos a alguna estrella de nuestra elección, el llegar a ella significaría haber viajado en el tiempo. ¿Que loco no?


Me acuerdo que cuando iba en séptimo básico, mi mamá me explicó esto. Me dijo que si viajáramos a una estrella, iríamos al pasado. Yo recuerdo haberle comentado eso a mi mejor amiga (esto hace 16 años...y es la misma amiga querida de hoy) y que en alguna clase, ella levantó la mano y dijo eso, y el profesor le dijo que “¿de dónde había sacado eso?” Y el resto de la clase se rió de ella. Recuerdo haberme sentido horrible porque “era mi culpa”. Hoy me da un poco de rabia la poca creatividad de ese profesor para entender eso que mi mamá me dijo y que mi amiga trató de explicar.


En fin, volviendo a ubicarme bajo las estrellas, como decía, es inevitable pensar en esas cosas existencialistas.

Lo vasto de lo que nos rodea nos puede hacer sentir grandes, por ser parte de algo tan maravilloso pero a la vez, vuelvo a repetir, nos recuerda nuestra pequeñez.


Pienso en la concepción de la Creación Divina, en Dios y cómo lo veo yo. Cómo lo creo yo. Pienso en que se supone que somos “su imagen y semejanza”. Pienso en cómo siempre hemos creído que somos los más importantes. 

Pienso en lo vasto de la creación, en otras galaxias, en lo complejo de todo. Pienso en los extraterrestres. Pienso que no podemos “estar solos”. No podemos “ser los únicos”. ¿Para qué tanto Universo, tantas galaxias, si “lo importante” (supuestamente) ocupa sólo el lugar de un punto azul.

Pienso entonces, si habrán otras Tierras, en otras galaxias. Si habrán otras u otros como yo, haciéndose las mismas preguntas. 

Pienso en Jesús, y si su historia sería igual para los “extraterrestres” o si habrán otras versiones de Jesús. 

Pienso que pensar así, quizás no se ajuste a la historia según la Iglesia (católica), pero al mismo tiempo recuerdo las palabras del cura en la última misa a la que fui (virtualmente, hace una semana). “Nadie es dueño de la verdad. Sólo Dios tiene la verdad; y nunca deberíamos creer que sabemos cuál es esa verdad, porque nunca la sabremos, puesto que le pertenece a Él”. 

Y no veo eso como que Dios tenga el monopolio de la Verdad y nosotros no podamos conocerla, pero imagino que es algo tan inmenso/importante/relevante/complejo que nuestra humanidad es simplemente incapaz de alcanzarla.

Y en ese misterio de la Verdad, cabe todo mi intrincado pensamiento. 


Todos esos cuestionamientos, que sé jamás podré responder, me hacen pensar y seguir pensando.

Pienso en las imágenes de la Vía Láctea, pienso en que no entiendo realmente cómo “sacan” esas imágenes, y al igual que me pasa con las cámaras fotográficas, me gusta pensar que ahí hay magia. Sé que todo es ciencia, física y química principalmente en lo de las fotos; pero me gusta la idea de la magia de inmortalizar un recuerdo, un momento, un paisaje, una galaxia.


Pienso entonces en esas imágenes de nuestra galaxia, y pienso en esa imagen (que acabo de aprender, es de una nebulosa) que comparan con un iris, o sea, un ojo humano.



Y no puedo evitar pensarlo ¿Y si cada persona fuera un Universo? ¿Y si con los universos fuera todo como las muñecas Rusas (uno adentro de otro, adentro de otro, adentro de otro, etc), y en cada mirada contuviéramos una galaxia? ¿Y si entonces, estuviéramos constantemente compartiendo con extraterrestres? ¿Y si los extraterrestres no fueran más, entonces, que lo qué hay en lo profundo de cada ser? 


No sé mucho(o sé nada) de astronomía, pero sé qué hay tantos misterios como para que esto pueda ser... 

Pienso en los hoyos negros, y qué podrían significar, en una realidad de miradas galácticas. Pienso en lo complejo de todo, en lo poco que sabemos. En lo mucho por descubrir. Vuelvo a pensar en nuestra pequeñez. 

Miro al cielo, y contemplo el manto de estrellas. Pienso en el Creador. Pienso en cada detalle. Me lo imagino pintando un lienzo eterno, que nunca acaba porque todo cambia y entonces hay que volver a pintarlo. Pienso en lo maravilloso de esa pintura. Pienso en el Creador y en sus manos. Pienso en sus manos y agradezco por las mías. 


Mis manos que aunque en tan menor escala, pueden crear; pueden pintar, pueden escribir. 

Pienso en el Creador y veo su obra. Pienso en la inmensidad del cielo y no puedo más que agradecer...




3 comentarios:

  1. Tremenda reflexión! Muchas gracias por compartir.

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  2. Muy buena reflexión, me recuerda a una canción de Graham Nash (my self at Last) que dice algo así como "le grite al universo lo suficiente para hacerlo reír". Gracias por compartirla.

    Saludos

    @danielbenavid

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