miércoles, 12 de junio de 2019

Soy Bipolar: Mi Testimonio


Hace un tiempo me encontré con una publicación de la PUC en Facebook donde, con el fin de tocar el tema de la necesidad de una Ley de Salid Mental, varias personas con distintos trastornos contaban brevemente su experiencia.
Había gente con desde depresión, esquizofrenia y trastorno de personalidad limítrofe a gente con déficit atencional.
Leí los testimonios y quise, ese 3 de mayo, igual que ellos, dar el mío (eso sí no logré hacerlo corto jaja) y lo publiqué en mi estado de Facebook.
No sé si me esperaba la respuesta que tuvo, pero fue extremadamente positiva y fue muy lindo, por eso hoy lo quiero dejar aquí. 
La repercusión que tuvo en Facebook haría que unos días después escribiera lo siguiente:

“Generalmente cuando escribo mis reflexiones, escribo en mi blog, pienso en un título llamativo, busco una foto bonita y hago todo lo posible porque la mayor cantidad de gente las lea.

Hoy no escribí en mi blog. No planteé ni articulé con lindas palabras una idea buscando hacer pensar, interpelar y a veces ojalá hasta cambiar opiniones. Hoy vi, testimonios y me dieron ganas de dar el mío. Es... ¿cómo se dice... Sobrecogedor (overwhelming)? cómo han respondido a mi historia. Me han mantenido todo el día con una tremenda sonrisa. Así que


GRACIAS GRACIAS GRACIAS TOTALES,



Porque TODO lo que soy, TODO, es por la gente que me ha querido”




Bueno, y eso fue por la respuesta al siguiente texto, así que si más preámbulos copio mi testimonio:



Siéntete libre de COMPARTIR mi historia 😉



“SOY BIPOLAR”

Germanita Campos, 27
Diseñadora de Vestuario y Textiles
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Crecí como una niña normal. En un entorno bastante privilegiado; la tercera de 8 hijos, de familia achoclonada, disfruté -por 26 años- a mis 4 abuelos (así de afortunada). Cercana a mis primos y tíos, o sea, rodeada de mucho amor del bueno. 
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En el colegio siempre fui socialmente “piola”. Cerca de los “populares” por mis amigas, me destaqué por ser de las mateas de la generación. 
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Al salir del colegio, post-terremoto, tuve una crisis psicótica de la que no me gusta acordarme (ni siquiera tengo claro cuantos días duró) que desencadenó el inicio de este “algo” raro en mi. Me quedé sin entrar a la Universidad, perdí mi beca 100% (la única razón por la que una futura estudiante de diseño había ido a preU de las 4 cosas y tomado las 4 pruebas).
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No entendía por qué me estaba pasando eso. Sentía que no me lo merecía. Siempre me porté bien. No mentía. Jamás salí a carretear antes de los 18 (o sea a bailar) porque no me dejaban y yo hacía caso (y cumplí 18 en diciembre). “Había hecho todo bien” y recibía este “castigo divino” que  no calzaba con mi plan de vida, que me terremoteó por completo el alma. Me acuerdo de no haber estado enojada con Dios pero de llorar cada vez que rezaba porque no entendía el por qué de todo esto. No entendía qué sentido tenía todo. Encontraba injusto que mis amigas hayan entrado a la U, tuvieran amigos nuevos y yo estuviera estancada ahí, frenada de mis planes.
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Debo decir que algo que gatilló ese estar más deprimida aún, fue un desatino de la psiquiatra que me atendió en la urgencia. La primera que me vio. Ella me dijo que con lo que tenía, no iba a poder vivir nunca lejos de mis papás (yo iba a entrar a la Universidad en Santiago y mis papás viven en Viña) y que el viaje a Schoenstatt, Alemania, que había planeado en cuarto medio, por el que había trabajado todo el verano, tampoco lo iba a poder realizar por el mismo motivo. Eso sí que me destrozó, pero así de verdad destrozó mi alma de dieciochera. Fue como que yo hubiera armado una maleta con todos mis ideales y sueños y de un momento a otro me la hubieran arrebatado y esparcido todo mi equipaje por el suelo. Y yo no sabía cómo volver a armarla. 
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Pasaron meses, y me derivaron a un psiquiatra infantojuvenil. El doctor Stuardo. Nunca me voy a olvidar de él porque fue quien me dijo “Tú vas a poder hacer todo lo que quieras. Vas a poder ir a la Universidad en Santiago y vas a poder hacer tu viaje”. Y así fue. 
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El segundo semestre de ese año (2010) entre a la U, y el 26 de diciembre partí a Schoenstatt por 2 meses. Conocí Luxemburgo, Italia y Paris (digo Paris porque fue lo único que conocí de Francia), - algo que yo había ASUMIDO que jamás haría antes de estar casada porque para mi era imposible tener la plata para hacerlo y con 8 hijos, como familia no íbamos a ir...- 
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Desde ahí todo empezó a ir cuesta arriba. 
Mi paso por la U estuvo lejos, lejísimos de ser como yo lo hubiera imaginado o planeado en el colegio. Yo era de esas personas que jamás me iba a echar un ramo porque siempre fui matea, tenía habilidades artísticas y por los primeros dos años de carrera,  a pesar de mis altibajos emocionales, seguía manteniendo el standard del colegio, o sea, me seguía sacando notas sobre 6,5 (not that matters pero la verdad es que a mi siempre me definió - no muy sanamente- mi rendimiento, entonces yo estaba (mal) acostumbrada a que me fuera bien).
Pero en tercer año todo tambaleó. Sin saber qué era exactamente lo que me pasaba, ya medicada y todo, mis altibajos emocionales se pronunciaron. Pasaba por periodos depresivos que significaban bloqueos creativos, cosa que significaba en otras palabras que no podía rendir en la U porque simplemente “no se me ocurría qué hacer“. Lo pasé mal. Casi me echo Taller, como que perdí el respeto de mis compañeras (pasaron de pedirme consejos a no aceptarme en sus grupos), y además “descubrimos” mi diagnóstico : TRASTORNO BIPOLAR.
Ahí todo se volvió a desmoronar. No quería ser esa caricatura de la que hasta yo me había burlado. Tuve una crisis de identidad heavy: “¿Cómo era la ‘verdadera’ Germanita? Era la un poco más extrovertida, capaz de generar conversación fácil; o era la versión más piola y tímida. Me acuerdo que le conté llorando a mis amigas. Fue súper duro, y todo por el prejuicio y la ignorancia. Porque yo “no quería ser ESO”, no quería esta carga de ser “anormal”.
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Me costó tiempo, oración y lágrimas el procesar todo y entender qué y por qué esto me pasaba a mi. 
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Decidí como cruzada personal entonces, por que me molestaba profundamente la idea de ese prejuicio en el que yo había caído cuando una vez escuché el rumor de que un profesor era bipolar, y me acordaba cómo, en mi concepción mental, eso equivalía casi a estar loco; Pensaba como en el colegio no entendía por qué mis compañeras de electivo (artíshtico of course) iban al psicólogo, psiquiatra y no les daba vergüenza decirlo. Pensaba que tenían algo mal. 
Hoy recuerdo esos pensamientos con dolor. Y ese mismo dolor de ese prejuicio me impulsó a decidir ser súper abierta con este tema. Decidí que quería que TODOS sepan que SOY BIPOLAR, que se enteren y ojalá se sorprendan porque ‘¿tú?, pero si te ves tan normal’ (frase de miegda) para que el tema deje de ser tema.


Por eso comparto mi historia, por eso escribo en mi blog, por eso lo cuento a cualquiera que mantenga una conversación de más de 5 minutos conmigo ( hasta en la micro); porque nos hace mucha falta dejar de lado esa ignorancia. Lo necesitamos y una ley de salud mental nos obliga finalmente a informarnos. 

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Esto no es algo de alharacos, ni de millennials que no sabemos cargar con la vida como lo hacían antes. La salud mental es algo serio en serio. El cerebro es el órgano más importante del cuerpo. Los trastornos mentales se originan por desequilibrios ahí. Si nuestra mente no está sana, ¿de qué sirve que el resto del cuerpo lo esté?


#LeyDeSaludMental



¡Se agradece compartir!