lunes, 27 de enero de 2020

By BYE Kobe

Aquí, con su mujer, después de recibir el Oscar por “Mejor Corto Animado” con “Dear Basketball”

Como saben quienes suelen leerme, me encanta hablar/escribir de la muerte.


Y no es que haya en mi algo morboso o "raro", sino que como lo he declarado mil veces antes, por la fe que tengo, para mí morir es sinónimo de volver a Dios. De volver al Primer Origen, del cual venimos, para hacernos uno con ese Creador. En el fondo, para mí morir es volver a Dios y con ello, ser más parte de él y de algún modo, SER Dios CON ÉL...


Por eso y porque la muerte es la única certeza de la vida es que nunca nunca le he encontrado sentido al miedo a morir. Menos si uno es creyente. Porque los creyentes se supone que creemos que Diosi es infinitamente misericordioso por ende, SIEMPRE  nos va a poder perdonar, lo que para mí es sinónimo de que todos nos vamos al Cielo (sorry Doctrina de la Iglesia, en eso no concuerdo contigo...)


Hoy el mundo lamenta la trágica muerte de Kobe Bryant. Una leyenda del basketball de EEUU, que es tal leyenda, que es reconocido mundialmente por un deporte que no es como el fútbol donde realmente, se practica MUNDIALMENTE. El basket es más gringo que otra cosa (no me vengan a sacar a los chinos o a Ginobili que si sé que se juega en el mundo pero no es tan popular como el fútbol digo yo...)

Kobe murió junto su hija de 13 años Gigi, junto a otras 7 personas en un accidente de helicóptero tan sólo a sus 41 años, dejando atrás a una viuda y dos hijas más. Un padre cariñoso, un hombre noble. Hasta ganó un Oscar por un documental creo, que produjo el 2018 creo... Me acuerdo de mi sorpresa al ver a este gigante basketbolista yendo a recibir la estatuilla en un contexto nada que ver con el suyo usual (“What? Qué hace Kobe Bryant ahí?” Pensé...). Y como olvidarse de la tremenda sonrisa de la foto de arriba...

Kobe fue un hombre fiel. Fiel con su familia, con su equipo...
Sus 20 años de carrera profesional los entregó a los Lakers de Los Ángeles. Fue un hombre de fe (recién con todo lo que ha salido de él descubrí que era católico como yo) y de esas personas que se nota no tienen delirios de grandeza. A pesar de su porte, su mirada y sonrisa eran de alguien sencillo.

De basket yo no sé mucho, por no decir nada, pero de reconocer la grandeza de la humanidad, creo que para eso Diosi si me regaló algo de herramientas extra.

Kobe Bryant, la ahora leyenda, es una prueba más de mi teoría de la vida y los misterios de las muertes "prematuras". Y es que su caso  no hace más que confirmame aquello que mi querido amigo, San Julio (Torrejón), el Benja y "Matus", y personas como Javier Suárez, o hasta mi tío Kanki me demostraron. La gente que muere "antes de tiempo" es sólo gente extraordinaria, capaz de completar el juego de la vida en menor tiempo. Para mí, son ellos los Santos de la Vida diaria. Aquellos que alcanzan el objetivo que se les dio para hacer en la Tierra, siendo ”extraordinariamente ordinaries” como diría el Padre José Kentenich...

Así que cuando digo By BYE Kobe (y no bye bye) es por que al decir BYE, (by saying bye), no quiero que ese "Chao" sea un adiós; un hasta nunca; si no un aDios, hasta siempre...

¡GRACIAS KOBE!
#BlessYourEternity
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Este es el corto que le mereció la preciada estatuilla dorada
Con ustedes, Dear basketbal...