sábado, 8 de agosto de 2020

Tengo una voz, no voy a callar. Tengo palabras, las voy a usar



Hace muchísimo tiempo que no escribía. Como saben lo buena que soy para pensar , masticar y rumiar reflexiones, quizás la Pandemia era la oportunidad perfecta para aprovechar al máximo este blog.

Ha habido desde el principio, tanto que decir. Pero por ser tanto se me hacía imposible atacar el tema, tomar una arista. Pero hoy día estoy inspirada (por eso todo me está saliendo en rima jajaja)

La llegada del COVID terremoteó a la humanidad completa. Cual película de ficción, nos atacó un alien que nos debilita de a poco, quitándonos energía, irrumpiendo en nuestro día a día; para tantos robando esperanza, llevándose vidas.

Sin embargo otras cosas florecen, la naturaleza respira, volvemos a los afectos, valoramos la familia.

Y en medio de todo esto está mi Chile herido, que con el alma desgarrada después del estallido, se replantea las cosas, ahora la lucha se mueve de las brechas sociales, a la salud, a querer mantenernos con vida. Y así, sentimos retroceso, los políticos no acuerdan, el diálogo no predomina y todo esto se le suma, que por ser mujeres, tantas pierden la vida.

Se vuelven a alzar las voces, somos nosotras ahora gritando, vemos morir a nuestras hermanas, parece no haber forma de remediarlo. Pero el fuego que llevamos dentro es muy difícil de apagar. Lo nuestro es fuerza de espíritu, no de cuerpo, esa es nuestra bandera, el valor de nuestro aporte, nuestra pieza del puzzle que completa la humanidad.

Mujeres dadoras de vida, hemos sido las encargadas de criar, a todos aquellos que dicen que ser mujer es fragilidad. No se dan cuenta de nuestro fuego, que sin él ellos tampoco pueden brillar; que nuestras vidas son preciadas, no las deberían ni tocar.

Hay mujeres que perdieron. La justicia les falló. Y hoy quienes las mataron no parecen necesitar pedir perdón. La rabia empieza a llenar nuestras almas, no hay justicia, no tenemos libertad. Queremos poder andar solas, sin miedo a que nos puedan violar. 

Pero vuelvo a nuestro fuego, la venganza no es carta, sería volver atrás, porque de nada nos sirve odiar; y cual madre con sus hijos, sólo queremos educar. Educar en igualdad, es respeto, en libertad. Que nuestros cuerpos  son nuestros, que no se pueden aprovechar. Que “la culpa no era mía” porque nadie, absolutamente nadie merece ser pasado a llevar, nadie merece ser pisoteado, nadie merece ser violado.


No quiero ser más

sólo busco equidad 

Los mismos derechos 

que me traten como igual

Poder caminar sin miedo

Y sentirme en libertad

[extracto de mi “Canción Feminista”]