jueves, 25 de marzo de 2021

Caso SENAME y el dolor de una solución desechada...

 



Aquí niños siendo niños con nostros, la versión adulta no oficial de “amigos de Kanki”
(El árbol era un adolescente de 15 que no se quería disfrazar jajaja)

La situación que reveló el video viral acerca de SENAME, además de sentirse como un puñal al alma, me removió también por otra razón. El 2015, la Corporación Francisco Javier Lagos Olavarrieta, de ayuda al Niño enfermo, nombrada en honor a mi tío Kanki, que falleció de cáncer a los 10 años, fue cerrada después de 25 años de funcionamiento. El motivo: el gobierno decidió que no quería que privados se hiciesen cargo de esa misión.

La corporación nació de un anhelo de mi tío, que en los ochenta, en su último tiempo de vida, le dijo a mis abuelos, después de pasar mucho tiempo hospitalizado, que le gustaría hacer un hogar para acoger a todos esos niños que él veía solos en los hospitales.

Años después de su muerte, unos amigos de mis tatas revivieron la idea y así se fundó la corporación. 

La Corporación, a la que crecí visitando de niña cada vez que íbamos a Santiago. Esa por la cual cuando estaba en primero básico, organizamos en mi colegio (en Viña) el “Club de Amigos de Kanki” donde organizábamos rifas y kermesses para juntar plata para ayudar...

El Club de Kanki lo formamos puras niñitas y un niño. Duró un par de años y fue coronado con una visita a ese lugar por el cual nos juntábamos a ver formas de ayudar.

Cuando me fui a estudiar a Santiago, me tocó vivir a cuadras de la casa de la Corporación, así que decidí volverme una visita regular. La Corporación sólo recibía un máximo de 9 niños, porque la idea era que se sintiera como una casa, en el sentido de hogar. Ahí llegaban niños principalmente de regiones, con todo tipo de problemas de salud. Niños que necesitaban tratamientos especiales, que no podían recibir desde su casa, ya sea por recursos, o distancia, y que usualmente usaban camas de hospital cuando no era necesario que vivieran, realmente, hospitalizados. Así que había niños que se dializaban, guaguitas con problemas al corazón, niños quemados, niños con retrasos, traumas, etc. En definitiva, niños que necesitaban ser cuidados con cariño. Y ese era el lema de la Corporación : “El cariño hace bien”

Y es que la premisa, no sólo era slogan. Era una realidad. 

Para mi, ir a esa casa, era como ir a la casa de mi tío, cosa que hacía de los niños, mis primos. Yo iba cuando tenía ganas de ir. Los ayudaba con las tareas (porque iban al colegio como cualquier Niño), o iba sólo a jugar o a que me dejaran pintarles la cara. Un día hasta me quedé a alojar después de que se me hiciera tarde para volver a mi casa (en ese momento ya no vivía a cuadras). Esa vez, hicimos este cuadro:

En la corporación los niños pasaron decirme “tía”, a tratarme de “Ñaña”, como me dicen los niños de mi vida. Había veces en que yo llegaba a la casa con mis materiales y me sentaba en el comedor a hacer MIS propias tareas con los niños viviendo su vida a mi alrededor. 

Vivíamos a cuadras del Barrio Italia así que más de alguna vez me iba a pasear con un par a ese barrio que me encanta. Me acuerdo de darme cuenta lo poco en cuenta que tenían a las personas con discspacidad cuando la silla de ruedas no entraba por la puerta, o cuando tuvimos que subir la misma silla por las escaleras para poder conocer la tienda de una de mis profesoras de la U. Pero para que cachen, así de cómoda me sentía ahí. Ese era el nivel de cariño y confianza, los que se tienen con familia.

A pesar de todo eso, a veces también tocaban situaciones complicadas. Me tocó una vez hacer calmar a una de las niñas (ya más adolescentes) que se había puesto a discutir con una de las auxiliares y pegaba manotazos de la frustración. Ella tenía mutismo selectivo, así que era muy difícil hablar con ella, porque conmigo al menos, no lo hacía. Me acuerdo de haberle afirmado los brazos, diciéndole que la iba  a querer igual aunque me pegara, así que que parara... hasta que se calmó...

Yo fui testigo, y practicante también del poder del cariño cada vez más sanos. Fui testigo de cómo un Aladin, un Niño símbolo de la corporación que hasta salió un par de veces en la tele en los 90s, cambió su expectativa de vida al llegar ahí. Llegó a la Corporación con 9 años y sólo un cuarto de pulmón. Su diagnóstico era que moriría siendo Niño. Aladin murió a los 22, después de salir de la corporación y vivir su vida  “normal”, trabajando y todo, hasta que Dios lo quiso con él. Este es uno de los casos más concretos del poder del cariño, y es real y tangible.

Por eso indigna. Me indigna escuchar en ese video, el dolor de ese niño. Me duele en el alma. No entiendo por qué con situaciones así el gobierno tomó la decisión que tomó respecto de lugares como la Corporación. No me entra en la cabeza. ¿Es tanto el odio a la clase alta que preferimos que pasen estas cosas antes de que gente que quizás tiene más recursos, pueda usarlos en pro de estas causas? No tiene sentido. Ningún sentido.

Quizás el tiempo de la corporación era ese. Quizás no la hubiéramos podido seguir manejando con los temas familiares que vinieron después (y no es que la sostuviera mi familia, tenía una red de socios, pero la familia estaba muy involucrada). Quién sabe. Lo que sí sé, es que si esa decisión estatal no hubiese existido, al menos seguiríamos intentando curar a través del cariño. Quizás habría menos niños llorando. Quizás habría niños menos enfermos y más felices. Y sólo ese quizás, debería haber sido suficiente...


                              

Muestras de cómo funcionaba “el cariño”  

La foto de la derecha abajo fue de hace un par de años cuando nos juntamos ya cerrada la Corporación