domingo, 30 de septiembre de 2018

Pro-se-li-ti-¿qué?: El Proselitismo Cristiano y los "Dueños de la Verdad"

Así me imagino a Jesús, abrazándolos a todos..


Si me preguntan a mi, #CRISTOESUNCRACK, para mi el más crack. Y es que hemos conversado tanto tanto con mi tío filósofo, su amigo profesor de ética y su señora escritora; su otro amigo director de Letras de la UC, mi prima socióloga, mi primo cientista político, mis otros primos científico-físicos, todos ellos con quienes convivo todas las semanas en la casa en la que vivo en Santiago (sí, es muy entretenido) acerca de lo universal del mensaje de Cristo (además de que es lo que he creído siempre) , que siento que mi visión está súper bien fundamentada.

Porque la verdad es que si nos vamos a la base del mensaje que Cristo nos vino a traer hace ya dos mil años, el “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, y si al mismo tiempo tomamos a la figura de Dios como sinónimo de AMOR, el mensaje de Jesús se transforma en algo capaz de calar el alma de hasta el más profundo ateo. Porque creo que es inherente a nuestra humanidad el amar. Y creo también, que nadie pone en duda, en ningún credo, que el amor es finalmente la base de la felicidad y así, el motor de una vida plenamente plena, valga la redundancia.

Ahora, ¿Cuántas veces intentando "cumplir" ese mandamiento nos hemos alejado más que acercado al prójimo? Suena raro que intentar cumplir con efervescencia ese mensaje de amor del que hablaba Cristo, pueda al mismo tiempo contradecir Su voluntad. Y es que nuestra frágil humanidad así lo ha permitido. Y ¿Cómo? Simple, a través de un muy dañino proseletismo. Y ¿qué es el proselitismo se preguntarán algunos? Además de ser una palabra “fancy” que aprendí al convivir con todo ese montón de humanistas que tanto me han enseñado (los primos, tíos y amigos que mencioné arriba), es la que define aquella dolorosa postura que tantos cristianos han tomado a lo largo de la historia. Esa que separa más que unir; que condena y juzga, más que contener y aceptar. Ese cristianismo que se cierra a la opción de que “lejos de Cristo” (ejemplo: ateos o personas de otras religiones) no existe la verdadera felicidad. Y es que me parece tan mal entendido el mensaje del redentor cuando se lee así...

Porque si la misma Iglesia Católica ha reconocido el valor de las otras religiones (no sé si fue el último concilio o cómo, pero la Iglesia dejó de “condenar” a las otras religiones hace ya muchísimos años) es por algo. Porque entiende que ese mensaje Universal de Amor que vino Cristo a traernos, se manifiesta de diferentes maneras. La   Iglesia cree en la validez de otros credos y los respeta. Lo único que podría causar “problema” con esos otros credos, es la idea de nuestra Iglesia, de que, independiente de tu credo, de dónde vengamos o qué hayamos hecho en nuestra vida, la Salvación, esa de mano de un Dios Padre eternamente misericordioso, capaz de perdonar por infinito, viene SIEMPRE de la mano de Cristo.
Porque todo quien “Ame al AMOR por sobre todas las cosas a LOS DEMÁS como a UNO MISMO” va a haber experimentado el Amor de Dios, aunque “no crea en Él”. Y según yo, según mi tío filósofo , no hay filosofía que se adapte mejor a la naturaleza humana y que la eleve más que ese mensaje de Cristo. Ese que consciente de la predilección de una figura Creadora que nos ha puesto en el centro de su Creación,  nos quiere también LIBRES y diferentes.

Por eso duele cuando vemos ese proselitismo hacernos daño. Cuando vemos que aleja más que acercar. Cuando no somos capaces de entender que el mensaje de Amor de Cristo no tiene que ser un grito al cielo; no tiene que estar tatuado en nuestra frente, no tiene que ver con manifestaciones o marchas por la vida (no digo que esto esté mal o no sirva, sino que debe estar acompañado de una actitud cristiana de alma, de espíritu y no sólo de apariencia). Porque el profundo Amor de Cristo tiene TODO que ver, por el contrario con su silenciosa manifestación en una vida que busca la santidad. Y que no necesita “hablar de Cristo” porque necesita SER CRISTO. Jesús no era auto referente, el enseñaba con parábolas, con metáforas de la vida cotidiana. Enseñaba que “los últimos serán los primeros” predicando acerca de la humildad; acerca de que no valía el mostrarse sabio e inundado de conocimientos de “la Palabra” si no se vivía.

Hoy, en un mundo en que la religión muchas veces ha perdido atractivo, los creyentes estamos llamados a poner a Cristo en el centro muchas veces sin siquiera mencionarlo. Porque somos conscientes de que no todos piensan como nosotros, pero de que hay valor en cada ser humano y no queremos monopolizar nuestro más grande tesoro: ese mensaje de amor eterno.
Por eso, a ratos pareciera que nos olvidamos de Dios, que “queremos sacarlo de la discusión”, que ¿Cómo es posible que nos olvidemos de Dios y de su creación y que nos alejemos de su voluntad en temas estatales o de sociedades? Y es que a veces hay que “sacarlo de la discusión” para conversar. No porque no sea importante, si no precisamente porque es donde más lo es. Y es en esos momentos en los cuales debemos pedir con mayor fuerza al Espíritu Santo que nos ayude, por ejemplo, a hacer entender a una abortista, el valor de una vida que para ella, por ejemplo si es atea, no existe. ¿Cómo la convenzo de que esas células son una creatura de Dios si para ella NO EXISTE DIOS? Y abandonar la “discusión” está lejos de lo que Cristo nos pide.
Lo mismo pasa con el trabajo social. Muchas veces creemos que para ser buenos cristianos, tenemos que estar rezando todo el tiempo y hablando de Dios. Sin embargo, no podemos ignorar que de la mismo forma que con esa hipotética abortista, muchas veces la falta de fe genera rechazo en personas que tienen una profunda y valiosa vocación de servicio pero a quienes la figura de Dios no hace resonancia. ¿Es acaso la solución entonces, dejar de contar con esas vocaciones de servicio? Acaso Cristo no puso de ejemplo al buen samaritano, un hombre que “no debía” tratar con judíos. En ninguno de los casos Cristo propuso imponer su fe por sobre la del resto. El sólo propone AMAR.

En un principio, esta entrada iba a llamarse “la Importancia de sentirse tonto”, porque quería con ella contarles cuánto he aprendido de vivir donde vivo en Santiago. De compartir con mis tíos y sus amigos, y de lo que ser parte de sus elevadas conversaciones Cristiano-humanistas  me ha hecho crecer. Pero la palomita buena onda, quiso que pusiera énfasis en esto que tanto nos duele y de que con ellos más aprendí: el proselitismo que por definición es “ Empeño o afán con que una persona o una institución tratan de convencer y ganar seguidores o partidarios para una causa o una doctrina”; y que tanto daño nos hace a veces como cristianos. El proselitismo nunca es bueno porque no nace de buscar un consentimiento y concientización profundos de un ideal, sino de una búsqueda de seguidores para “ganar fuerza” más que profundidad.

Mi llamado es a abrir el corazón, a dejar el proselitismo de lado para abrirnos al diálogo; a entender que nunca se deja a Dios de lado por qué eso, sí creemos en Él, es imposible de hacer. Porque Él está siempre y en todo aunque “no recemos tanto”...

No hay comentarios:

Publicar un comentario